Galicia tamén é potencia en ciencia, aínda que sexa de xeito autodidacta. Os científicos e biólogos galegos non paran. É o caso do biólogo mariño Jorge Hernández Urcera, quen acaba de iniciar un proxecto para relatar a súa expedición na Antártida durante o 2010.
Por Galicia Confidencial | Vigo | 07/01/2011
Se hai uns días contábamos o caso dun grupo da asociación Axena que baixaba ás profundidades do Courel, nesta ocasión é o biólogo mariño Jorge Hernández, integrante do Grupo de Cultivos Mariños do Centro Oceanográfico de Vigo, quen nos relata a súa experiencia no continente xeado durante a súa campaña antártica do ano 2010.
A través dunha webserie, este científico irá relatando a súa experiencia na Antártida, que rematou en xaneiro deste ano, logo de embarcarse cun grupo científico da Universidade de Vigo a bordo do Bio Hespérides, para comprobar se "a dinámica do plancton está controlada polo grado de turbulencia e polas relacións tróficas".
E así nos conta a súa experiencia para Galicia Confidencial:
La experiencia de una Campaña Antártica
Uno de los sueños de cualquier biólogo marino es poder investigar en la Antártida. Un lugar remoto, inhóspito, complicado para trabajar, pero de una belleza espectacular y completamente diferente a cualquier otro paisaje. En la Antártida se registran las condiciones meteorológicas mas extremas del planeta: viento por encima de 300 km/h, temperaturas de hasta -90 ºC y con precipitaciones en el interior del continente menores que en el desierto del Sahara. Curiosamente, no hay insectos, ni apenas virus, ni bacterias, produciendo una casi ausencia de enfermedades en los seres humanos.
En enero de 2010 tuve el privilegio de formar parte del equipo científico que participó a bordo del BIO Hespérides en una nueva Campaña Antártica. El equipo estaba formado por investigadores del la Universidad de Vigo, el Centro Oceanográfico de Vigo (IEO), la Universidad de Cádiz, el CSIC de Cádiz, el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía y de las Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. El proyecto científico denominado “COUPLING” se basaba en el estudio del ecosistema de la zona de las islas Shetland del Sur, centrándose en cómo las corrientes influyen en la distribución de los organismos marinos.
La investigación que se inició hace 10 años concluyó con esta expedición que supone el tercer proyecto antártico. Se trata de un estudio multidisciplinar en el que biólogos, físicos y químicos trabajaron en la columna de agua del ecosistema de la zona. Se ha estudiado la interacción entre las corrientes de agua, el tipo, la temperatura y la salinidad con los organismos vivos, tanto el fitoplancton, es decir, las microalgas que viven en la columna de agua, como las bacterias y el zooplancton.
Los resultados del estudio permitirán conocer como se modifica la distribución de los animales marinos en función de los cambios de las corrientes y sus alimentos y por lo tanto, como variará el ecosistema, es decir, las especies que viven en las diferentes zonas de la Antártida.
La vida a bordo del BIO Hespérides
El Hespérides depende de la Armada, quien se encarga de cubrir su dotación (58 tripulantes, incluidos un médico y dos buzos), mide 82,5 metros de eslora y 14,3 de manga. En total, desplaza dos mil setecientas toneladas, llegando a alcanzar una velocidad máxima de quince nudos, aunque, debido a su función investigadora, puede desarrollar una navegación muy lenta, de tan sólo cuatro nudos, indispensable para la toma de datos o muestras de aguas y de fondo. Asimismo, dispone de una autonomía de doce mil millas, pensada para superar el aislamiento geográfico de los mares antárticos, y puede romper hielos de hasta cuarenta centímetros de espesor.
La misión del nuestro grupo de trabajo era el estudio de las larvas de animales marinos que flotan en la columna de agua arrastrados por las corrientes y los diferentes tipos de agua que producen el traslado de estas larvas por las aguas antárticas. Para realizar el estudio se hicieron grupos especializados formados por equipos de 2 a 4 personas que trabajaron juntas durante los 34 días que duró la campaña. Los turnos de trabajo eran de 4 horas, intentando luego descansar 6, siempre que no surgiera ningún problema. De este modo el barco pudo tener actividad las 24 horas del día, recogiendo muestras y haciendo medidas en toda la columna de agua, hasta los 2.000 metros de profundidad.
El trabajo era constante y se iban acumulando la falta de horas de sueño y descanso, pudiendo sólo descasar en el caso de que las condiciones del mar fueran peligrosas para realizar el trabajo en cubierta. Los camarotes, aunque bastante reducidos, eran confortables y todos estaban provistos de dos literas, armario, escritorio y baño con ducha. El horario de comidas era diferente para cada grupo de trabajo y se intentaba hacer al menos una comida al día, ya que en muchas ocasiones no había tiempo.
El grupo de trabajo al que yo pertenecía se encargaba de la red de plancton, una red múltiple especial llamada MOCNESS, la cual se controla desde un ordenador y puede realizar pescas automáticas en varios puntos de la columna de agua hasta profundidades superiores a los 2.000 metros. La red va provista de unos sensores que permiten conocer el flujo de agua que ha pasado por cada una de las redes y la profundidad a la que han pescado las mismas. Además, cada una de las redes que componen esta MOCNESS posee una luz de malla diferente, discriminando así los tamaños de pesca en función de los objetivos del estudio, pudiendo realizar pescas tanto de fitoplancton como de zooplancton.
Todo el proceso de puesta a punto de la red, pesca e izado duraba aproximadamente tres horas. Una vez realizadas las pescas, nuestro trabajo consistía en separar todas las muestras, fijarlas y comenzar a clasificarlas por grupos taxonómicos. En algunos de los lances, debido a las condiciones del mar, nos encontramos con daños en la red que hubo que reparar y coser al momento, para intentar retrasar lo menos posible las tareas de los demás grupos de trabajo.
En nuestras horas de descanso intentábamos pasar unos minutos en cubierta, que aprovechábamos para tomar fotos y contemplar el paisaje que íbamos dejando atrás, aunque debido a las bajas temperaturas era complicado mantenerse mucho tiempo en el exterior. También podíamos solicitar permiso para subir al puente de mando y así conversar con los oficiales y observar de cerca todo el instrumental necesario para gobernar un buque de 82 metros de eslora.
Todavía habrá que esperar unos meses para obtener resultados definitivos del estudio, ya que todavía se están llevando a cabo los análisis de los datos y la identificación de las especies allí encontradas.
Base Antártica Gabriel de Castilla en isla Decepción
La Base Antártica Española Gabriel de Castilla se encuentra en la isla Decepción en el archipiélago de las Shetland del Sur, a escasos 100 km al norte del continente antártico, a más de 1.000 km del lugar poblado más cercano y a 13.000 km de España. La isla Decepción es la parte superior del volcán más activo de la región de la península Antártica, cuyas últimas erupciones tuvieron lugar en los años 60.
Aproximadamente el 60% de la isla está cubierto por glaciares, que en algunos casos han sido, a su vez, cubiertos por los materiales sólidos generados por las erupciones, dando lugar a los llamados “glaciares negros” y "glaciares rojos". Pero la isla no sólo es excepcional, desde el punto de vista científico, por su actividad sísmica y volcánica, sino también por los procesos de colonización de flora, líquenes y musgos que han seguido a los depósitos variables de cenizas.
El 7 de enero 2010 nos daban la oportunidad de realizar uno de los sueños que todos los que estamos a bordo teníamos desde el comienzo de la expedición: desembarcar en la isla Decepción y pisar, por primera vez para muchos de nosotros, tierras antárticas. Partimos de la Isla Livingston (donde se encuentra la otra base española en la Antártida) a las 7 de la mañana con un inusual día de sol y un excepcional mar en calma. A las tres horas de navegación llegamos a la isla Decepción. En cuanto nos acercamos a la isla disfrutamos de una maravillosa estampa “Los Fuelles de Neptuno”, unas impresionantes formaciones rocosas que salvaguardan la entrada al cráter y por las que se accede a la bahía en la que finalmente fondeó el BIO Hespérides.
Una vez que desembarcamos y después de un rápido y emocionante vistazo a la base, nuestra idea estaba clara: visitar una pingüinera con más de 9.000 parejas de pingüinos censadas, muy conocida entre los miembros de la tripulación que ya habían estado en otras ocasiones en la isla. El camino fue un poco más duro de lo que pensábamos, puesto que las pendientes nevadas que tuvimos que afrontar eran casi verticales. Después de más de una hora de camino por fin divisamos nuestro objetivo, varias colonias de cientos de pingüinos barbijo se encontraban a unos pocos metros, justo al borde de un precioso acantilado que conectaba con el estrecho de Bransfield.
A la vuelta pudimos fijarnos más en detalle en el paisaje de la isla: grandes lagos helados, impresionantes glaciares, altas montañas nevadas, caprichosas formaciones volcánicas y playas de arena negra y fina repletas de pingüinos. También aprovechamos la invitación del jefe de la base para tomarnos un chocolate caliente y conocer más a fondo las instalaciones antárticas españolas.
Además de pingüinos, ese día hemos pudimos avistar ballenas, focas y varias especies de aves antárticas. Creo que fue un día que se quedará grabado para siempre en la memoria de todos los que allí estábamos.
Miniserie Rumbo a la Antártida
Desde mi blog La Grandeza del Azul y desde el blog de AXENA intentaré acercar nuestra experiencia antártica al público, por medio de capítulos audiovisuales de unos 10 minutos de duración. El objetivo es resumir lo que allí vimos y vivimos, para que todo el que lo desee pueda acercase un poco más al desconocido "Continente Helado”.