"Maquilas de bajo coste"

No hay como tener un radiador cerca y un techo bien construido para dejar de tener un contacto real con la fría brisa que pasa por delante de la puerta.

Por Juan De Sola | Pontevedra | 15/04/2010

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Ese frescor no es un antojo de las condiciones meteorológicas; es fruto del egoísmo y la nula empatía de los que nunca se plantean hasta donde llega su compromiso y la obligada responsabilidad social.

Es el caso de algunos ejecutivos que no tiene reparos en dinamitar proyectos de acción social argumentando un ‘falso’ criterio mercantilista. Pero, la realidad tiene un peso específico, difícil de alterar. No tenemos constancia de que nadie haya podido practicar la llave perfecta sobre el tatami que conceda una victoria inmerecida con mentiras de por medio.

Al parecer, se cumplían todos los rigores de justicia social. La deslocalización es una de esas fortunas que recae en la población receptora de una determinada industria o empresa que toma la decisión de realizar inversiones trasnacionales, posicionando su cadena de producción a una distancia kilométrica de donde se encuentra asentada la sede social. La globalización tiene estas cosas. También distribuye una repartición ‘equitativa’ de injusticia en casa y fuera de ella. Aquí y allá. En un lugar desarrollado y en un escenario instalado en la involución o un ralentizado desarollo.

Estos meses hemos vivido como la empresa Treves (Pontevedra) ha enviado a casa a 133 trabajadores sin apenas despeinarse el ejecutivo que firmo el Expediente de Regulación de Empleo. El motivo de tal decisión se centró en deslocalizar la cadena productiva a Marruecos, más concretamente a la ciudad de Tánger, donde mujeres con pocas oportunidades están predispuestas a asumir un trabajo por menos dinero del merecido. Pasando del ‘mil eurismo al cien eurismo’.

Sentadas horas y horas ante una máquina tejiendo sin tener unas mínimas garantías laborales y sociales es una postal muy común a esa vera del estrecho de Gibraltar.

El calor y las condiciones de salud, por regla general, no se alían para hacer más cómoda y segura la producción de miles prendas que, luego, luciremos en primavera o verano, adquiridas a un precio: ¿módico o indigno?

Hubo quien en el momento de intentar desvelar este interrogante y otros muchos entonó una frase cargada de desesperanza y enemistada con la empatía. “Eso no le interesa a nadie. Hoy en día la gente tiene otras preocupaciones”. Esta frase no fue construida y pronunciada en plena crisis económica y con la sombra del paro provocando el desplome de las temperaturas sociales ¡No! se pudo escuchar cuando uno llamaba a la puerta de una sucursal bancaria y le estrechaban la mano con la hipoteca firmada sin necesidad de estar sometido a una investigación más propia de los servicios de inteligencia.
Aquella situación, que confieso se produjo alrededor del calor de un café, desconozco si de comercio justo o no, genero un arco iris de sentimientos que abocaron la vocación periodística al precipicio de la desazón. Menos mal que solo fueron unos segundos por que, poco después, el embarque en un avión se materializó con destino a la ciudad de Tánger (Marruecos).

Allí, la obligación de desplegar el manual de una comunicación responsable flotaba en el ambiente. Los átomos del periodismo social presentaba las idóneas condiciones para unirse en la molécula de la visbilización. De realidad en realidad comprobamos la enormes posibilidades que la comunicación, bien entendida y practicada, posee para sacar del anonimato a los ejemplares ejércitos de mujeres que empuñan el arma de la paciencia y sacrificio contra la injusticia social.

Grandes beneficios cara a cara contra los perjuicios. Eran muchas las que confesaban tener deseos de que esas supuestas oportunidades laborales nunca se extinguiesen, aunque también conocían la brecha de derechos que diferencian a una mujer que reside a una orilla y otra del Estrecho. Cruzar los catorce kilómetros de agua solo significa dividir o multiplicar, dependiendo del sentido.

Grandes extensiones fabriles concentran casi todos los días numerosas trabajadoras, en la periferia de Tánger, a la espera de que esa explotación consentida se disipe como la niebla matutina del verano. Apelan a una dosis de responsabilidad del patrón y su empresa que nunca llega. Y, en esta larga espera, el ancla sigue sumergida en la involución personal. Nada es posible. Viven refugiadas en un espacio de 25 metros cuadrados compartido por cuatro personas.

A este lado, sus homologas del textil gallego residen en pisos y casas más espaciosas, pero amenazadas por los impagos de la hipoteca y el paro. Todo un cruce de caminos entre las dos realidades: mileuristas en paro sustituidas por cieneuristas maquilando en el abandono de los mínimos derechos sociales.
Mientras, en un despacho, los beneficios contables crecen o se mantienen gracias a unas ‘maquilas de bajo coste’.

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Juan De Sola Xornalista de Onda Cero Radio e corresponsal da axencia Efe Pdte Agareso - Reporteiros Galegos Solidarios 16 anos de exercicio como profesional da comunicación Recoñecementos: Mérito Social Pentenciario polo proxectos de comunicación para o desenvolvemento no centro penitenciario de A Lama Recoñecemento da asociación galega de radiodifusión pola reportaxe 'Mariñeiro no porto de Meloxo - O Grove' no afundimento do Prestige