El estado de la botella

Me van a perdonar, pero el nene ve por lo general la botella medio vacía, y yéndose por un agujerito.

Por Jairo Morga | La Rioja | 22/06/2011

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Por eso, a los pesimistas recalcitrantes, los momentos de éxito nos desconciertan y descolocan. Hoy es uno de esos días en que la sensación general de euforia nos toca pero no nos contagia. Que todos los demás días no son así, sino todo lo contrario. Que mañana el sol saldrá por donde siempre.

19 de junio, toque a rebato manifestero, con todas las miradas puestas en si será el punto de inflexión para que el movimiento comience su desinfle, o si la cosa continúa. Pues bien, sigue, y con un importante refuerzo ciudadano, evidenciado en los miles de personas que un domingo soleado, a la tardecica, aparcan terraza y cerveza por manifestarse por las calles de Logroño.

Tras las primeras semanas de efervescencia y actividad, el movimiento se ha calmado y organizado. Las asambleas multitudinarias prácticamente a diario, han dejado paso a los grupos de trabajo y las comisiones, más dos asambleas semanales. La acampada, símbolo y centro neurálgico del movimiento en sus comienzos, ha pasado a ser un canal paralelo de la riada común que surgió el 15M, río que se engrosa a medida que avanza.

A las cinco, hora prevista para un taller de portavoces que fuera quitando el miedo a quienes se atrevían a poner voz y rostro a la Asamblea, casi nadie había comparecido a la cita. Una hora después, en cambio, un nutrido corro compartía sobre actitudes y argumentos a emplear en los próximos días por los portavoces. Llegadas las siete, hora de inicio oficial de la manifa, pocos más habían hecho acto de presencia en la plaza (aparte de los habituales de la acampada, grupos y comisiones). Sin saberse el resultado de la convocatoria, varios grupitos daban los últimos toques a sus trajes, pancartas y demás aparejos para las representaciones preparadas. Todos mirábamos de reojo a la entrada de la plaza, ocupada estos días por carpas de venta variada y comida a la brasa. Poco a poco, sin cesar pero sin agobios, el personal fue ocupando la plaza, hasta que por fin los huecos entre las carpas se han llenado de manifestantes. De todas las edades, de todas las condiciones, de todas las madres.

Asombrado. Esa era mi única contestación durante el recorrido al ser preguntado por mi parecer ante la multitudinaria participación en esta capital de provincias. Cánticos, actuaciones, aplausos desde la acera, miradas desafiantes también… Y una sensación común de incredulidad por copar nada menos que la Gran Vía logroñesa en toda su larga extensión.

Tras las pitadas de rigor en los centros de poder administrativos y bancarios, la multitud se ha parado en el Espolón a escuchar el manifiesto final Antes, lectura de dos poemas. Mucha gente, muchos aplausos y nadie que se haya salido de la parva. Orgasmo colectivo, vaya.

Ahora, la gran incógnita es la propia gestión del pequeño éxito. Ya va más de un mes de acampada y asambleas activas, de concentraciones concurridas y de subsistencia, que hasta eso es un logro. Y ahora esta manifestación que respaldan tantas voces, tantos pasos. Se habla de la creación de un sindicato para convocar Huelga General, se comenta el ejemplo griego… Palos de ciego hacia no se sabe todavía qué, pero de momento se sigue caminando, y eso es lo importante.

Al sentimiento de alegría, lógica, por el excelente resultado del trabajo realizado, conviene añadir con unas gotas de escepticismo, realismo, e incluso de optimismo informado (useasé, pesimismo activo): Aunque veo fondo en muchos de los discursos, sigue fallando la gran pregunta, la de la salida a la situación contra la que manifestamos nuestra indignación. Si aquí se quitó una pancarta porque ponía algo del capitalismo, se comprenderá que términos como “revolución” suenan todavía a ciencia ficción. La falta de propuestas, más allá de la crítica al sistema, es el talón de Aquiles del movimiento. Aún así, los arduos debates intentan parir alternativas hacia el cambio, la regeneración, el renacimiento. Queda mucho trabajo para concretar.

Por otro lado, me pregunto: Si consultáramos a todos los que se han manifestado esta tarde, ¿con cuántos estaríamos cada uno de acuerdo en los motivos que nos han llevado a recorrer la ciudad en manada? Igual bastantes, sí, pero si lo que preguntamos es por la solución, ahí la cosa de la ideología (o su ausencia), y el acuerdo es mucho más difícil.

Sea como sea el futuro, a la noche era momento de celebración. La catedral de los pinchos de la calle Laurel, el Sebas, está hermanado con el Iturza de la calle Mayor. Este último es conocido por ser el recuerdo vivo de los bares que durante décadas poblaron dicha rúa. Pero lo que he descubierto es que, tras las los vinos de las veteranas cuadrillas, toma el relevo la chavalería asamblearia y acampada, para prolongar cada noche el movimiento alrededor de la cerveza y el tabaco de liar. Hoy había mucha alegría desparramada por la calle mayor, a la vera del Iturza. No se me mueran de éxito, pero disfruten y acumulen reservas, que todavía queda mucho recorrido hasta llegar al mar.

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Jairo  Morga Licenciado en Ciencias de la Información, especialidad de Periodismo (Universidad Complutense de Madrid, 1996). Desde 1997 trabaja como Responsable del Gabinete de Prensa de la Unión de Agricultores y Ganaderos de La Rioja (UAGR-COAG), realizando además las tareas de redactor, fotógrafo y maquetador de la revista LA UNIÓN.