Por Javier Dorado | Vigo | 05/05/2010
Parece claro que 'change' se ha convertido en un grito tras el que se encuentra la amplia mayoría de los electores pero, tras el inesperado 'Efecto Clegg', el cambio real lo encarnan dos alternativas con dos líderes carismáticos venidos a más y que encajan en el perfil obamista que está triunfando entre la clase política occidental.
Son dos perfiles frescos, jóvenes, con buena imagen y que generan ilusión, combinación perfecta que no se identifica en absoluto con el líder laborista, Gordon Brown, que ha quedado relegado a un segundo plano de la actualidad. Pocos son hoy los que creen con certeza que el actual primer ministro continuará ocupando el número 10 de Downing Street.
El líder tory, David Cameron, es el favorito. Sobre él recae la responsabilidad y obligación de ganar las elecciones tras haber liderado la Oposición en los últimos años. Su trayectoría en el Partido Conservador con anterioridad a asumir su actual cargo no está plagada de éxitos precisamente, pero son ya cinco años los que este londinense lleva preparando el asalto al poder con diligencia y tenacidad, una fórmula que le ha permitido gozar de una solvente ventaja respecto de sus adversarios políticos hasta hace apenas unas semanas.
Que lo que aparentemente iba a ser un camino de rosas se haya convertido en un disputado sprint tiene un culpable: Nick Clegg. El líder de los liberal-demócratas ha conseguido colarse entre el bipartidismo férreo que hasta ahora reinaba en la Gran Bretaña. Según los analistas, el primer debate a tres bandas fue clave para que Clegg pudiese afrontar la campaña en igualdad de condiciones que los laboristas y los conservadores. Tanto es así que en las jornadas inmediatamente posteriores consiguió liderar más de un tracking y replantear por completo el escenario político que la opinión pública se esperaba.
No nos vamos a engañar: Cameron es la alternativa más sólida y preparada para liderar este nuevo ciclo político que se abre en el Reino Unido. La potente maquinaria del Partido Demócrata ha conseguido inculcar a los británicos la idea de que el cambio es él, y que su momento ha llegado. Quizás no será tan fácil como parecía en un primer momento, pero su victoria parece cantada.
A pesar de mi admiración política tanto en el mensaje como en las formas, me resigno a dar mi apoyo a David Cameron y la opción conservadora por un argumento que se escribe dentro de mis prioridades con mayúsculas: Europa. No concibo una Unión Europea sin un Reino Unido fuerte dentro de la misma y apostando sin titubeos por este proyecto. Tampoco me puedo imaginar que el gobierno de la tercera potencia de la Unión esté constantemente poniendo en duda las decisiones que toman los veintisiete y poniendo, además, zancadillas cada vez que intente dar un paso al frente en el proceso integrador en el que se encuentra.
Yo, europeísta convencido, no puedo más que desearle lo mejor al señor Cameron, pero darle mi apoyo a Nick Clegg por su valentía y su decisión a la hora de plantear, sin complejos, sus ideas sobre Europa a un pueblo completamente euroescéptico por culpa, en la mayor parte, de su clase política.
Algunos le achacarán a Nick falta de experiencia o de previsión a la hora de asumir tan importante responsabilidad como es ser el primer ministro del Reino Unido, pero su carácter aperturista y europeísta bien merece esta oportunidad.
Así pues, Nick, aunque no te sirva de mucho, cuentas con mi apoyo.