Por Galicia Confidencial | Galicia | 20/03/2007 | Actualizada ás 13:52
El público asocia el telemarketing con la venta por teléfono. Sin embargo no relaciona al teleoperador con las funciones de atención al cliente, con esa voz amable que le explica su factura, que le arregla el adsl o que le envía un técnico en caso de avería. Y está obligado a sonreír mientras habla, con la llamada sonrisa telefónica.
Y sin embargo, las razones para sonreír no son muchas. La negociación del convenio se avecina confusa y dura y los teleoperadores tienen bastante (más aún) que perder.
Los contratos en el sector son siempre precarios. El más usual es el contrato de obra, donde la duración va asociada a las necesidades de la campaña ( o del call center); obra que puede ser terminada en cualquier momento. Una variante es el contrato de circunstancias, donde la empresa justifica picos de producción (redireccionando las llamadas) para contratar durante un mes (quizás renovable otro) y enviar después el trabajador a la cuarentena. La estancia fuera del centro de trabajo permite que sea después un trabajador "nuevo" sin derechos de antigüedad. Además, este contrato permite a la empresa recibir subvenciones por los cursos de formación.
También se debe tener en cuenta que los contratos no suelen ser a jornada completa sino que oscilan entre las 20 y las 35 horas semanales, toda la semana, con fines de semana libres alternos y con turnos que ocupan las 24 horas del día.
La salud tampoco es un punto fuerte de la profesión. Las dolencias más comunes tienen que ver con la postura, ya que las cervicales se resienten fácilmente. La voz, herramienta esencial, suele desgastarse y las afonías son usuales. Además el oído pierde capacidades, sobre todo el del único casco receptor. Psicológicamente, la autoestima se resiente al tratar frecuentemente con la decepción de los clientes y en determinadas campañas es habitual el acoso laboral.
Como el cuadro no es lo bastante feo y los trabajadores en estas condiciones no son aún lo suficientemente baratos, las empresas de telefonía que conocemos todos, Telefónica, Orange, Jazztel, Movistar, ONO, Vodafone, Ya.com, ... han decidido implantarse allende los mares y deslocalizar los servicios de atención al cliente y los datos de sus clientes. La estrategia es desviar las llamadas a Latinoamérica y al Norte de África para justificar el fin de obra de los call center españoles y realizar despidos masivos.
Los teleoperadores están en la calle. Los hemos visto en Asturias con Amena, en Valencia con Telefónica Móviles, en Lugo con ONO y en A Coruña con Jazztel. Sin embargo, la pionera es la todavía mayoritaria y antes monopolística Telefónica que acumuló más de 400 despidos en 2006 y los ha superado en lo que va de 2007. Atento, su filial de atención al cliente tiene sedes en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Marruecos México, Perú, Puerto Rico y Venezuela. También tiene sedes en toda España que van cerrando y echando a sus trabajadores a la calle: Valencia, Madrid, Córdoba, Sevilla, Barcelona, Cáceres... y ahora, de nuevo, A Coruña, donde además han sufrido una carga policial que vulnera sus derechos civiles más esenciales.
¿De verdad creen que esa voz amable que les atiende al otro lado del 1004 tiene algún motivo para sonreír?
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