365 jornadas de reflexión

Independientemente de los resultados obtenidos por los partidos en las urnas este 22-M la necesidad de un impulso democratizador como el expandido desde la Plaza del Sol a todos los rincones de España se antoja más necesario que antes.

Por Santi Montes | | 25/05/2011

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Las cifras lo avalan, no tanto las de los resultados sino las de carencia de ellos. Porque el timo siempre está en lo que se esconde no en lo que se ve y solo contabilizando las cifras de las consabidas “siete ciudades” gallegas el resultado demuestra que son más de 350.000 los ciudadanos con derecho a voto que no están representados en las corporaciones. Un número vergonzoso que indica que más de un 30% de la población total de las ciudades queda huérfana de representación en las decisiones locales. Si el sistema no es ampliamente mejorable tal y como se está pidiendo en las plazas tampoco merece llamarse democracia, porque la democracia, por naturaleza, debe ser mejorable y tener capacidad para la evolución.
   
Pero ahora llega la hora de compaginar el maravilloso impulso de la utopía con la incomodidad del posibilismo y todos nos preguntamos lo mismo ante las multitudes acampadas ¿y ahora qué? Las respuestas pueden ser muchas y en todo caso dependen de la voluntad de los reunidos como se ha demostrado hasta ahora. Algunas enseñanzas en todo caso debemos extraer de lo ya hecho. La jornada de reflexión, por ejemplo, se ha pretendido anclar en el modelo obsoleto de conformismo mediatizado que propone la Junta Electoral pero se ha transformado, gracias a la insumisión apartidista, en una jornada de discusión política sobre el propio sistema  que sin duda ha tenido su reflejo de múltiples maneras en los resultados electorales. En realidad este es el modelo de jornada de reflexión que muchos querríamos no solo para el día anterior a unas elecciones sino para los 365 días del año, la participación ciudadana, la reflexión compartida públicamente, el debate y la contraposición de ideas por parte de la “gente de a pié” y no delegada en opinadores “oficiales” de los distintos medios de comunicación que manejan la selección de personas, ideas y temas con un sutil pero interesado alquimismo. Sobre ellos afirma José Luis Sampedro “Al hacer mediática la opinión pública, te has cargado la opinión pública”, esa diferenciación entre “opinión pública” y “opinión mediática” ha quedado al descubierto estos días cuando se pudo ver claramente el desconcierto de los opinadores mediáticos ante este movimiento ciudadano espontáneo e inconformista, sin saber claramente al principio como posicionarse ante él con la duda de si beneficiaba o perjudicaba a los poderes y facciones mediáticamente representados.

En realidad, bajo el impulso de este movimiento de indignación hemos recuperado algo que estaba en la base de la democracia más antigua. Hemos recuperado el ágora. Ese lugar céntrico de la  polis donde los ciudadanos libres discutían las políticas que debían llevarse a cabo en las ciudades-estado y que está directamente relacionada con el auge del sistema democrático antiguo. Ágora en Grecia o foro en Roma esta sencilla herramienta de debate, información e implicación ciudadana en  los destinos económicos y políticos ha renacido entre tiendas de campaña en nuestras principales plazas. Bienvenida sea y que se quede ya entre nosotros como una costumbre más de nuestra democracia, la de el encuentro y el debate de ideas más allá de unos medios de comunicación frustrantes e  interesados y de unas cámaras y corporaciones en las que tanta gente no se ve en absoluto representada. Quiero imaginar unos encuentros de convocatoria sencilla, en la vía pública, con gente trayendo de sus casas sillas o sentándose en bancos y portales para expresar su indignación, para proponer mejoras y cambios, para explicar su acuerdo o desacuerdo con el devenir político de ciudades, autonomías o estados. 

De entre todas las posibles evoluciones de este refrescante movimiento espero que no deje de haber sitio para la instauración de una constante ágora en nuestras calles y plazas que, tal vez al modo británico del speaker's corner subiéndonos en cajones a hablar, permita que los ciudadanos podamos enriquecer la democracia desde fuera de los partidos viendo nuestras ideas y aportaciones expresadas públicamente por nosotros mismos para que desde ahora cada día sea una jornada de reflexión en la que la voz del ciudadano sea más escuchada que el ruido de la lucha partidaria.

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Santiago Montes Santi Montes (Compostela, 1969) é licenciado en xornalismo pola USC e membro da executiva do Sindicato de Xornalistas. Traballou en radio e como articulista en diversas publicacións. Na actualidade desenvolve a súa profesión traballando no Consello da Cultura Galega como produtor do portal de internet Culturagalega.