No por pretender gritarme, vas a tener más razón.
Yo no he dicho que me gustasen los fusilamientos, vuelve a leer y verás como has entendido mal. Antes al contrario creo que la pena de muerte es un asesinato. Sólo he dicho, que los míos, sí creían en la justicia militar, pena de muerte incluida, cosa con la que repito que yo discrepo. Y los míos, pusieron su vida en peligro en la revolución de Asturias, una revolución que pretendía una involución en la república para instaurar un estado totalitario de corte socialista, revolución en la que tuvieron parte socialistas como los hermanos de la Lejía. Los míos pusieron su vida en peligro en la Guerra Civil, y alguno se alistó voluntario para acabar con el comunismo en la División Azul. Lamentablemente, los soviéticos se vieron libres del yugo que los oprimía hace bien pocos años.
Cuando los míos volvieron de la Guerra Civil o de Rusia pasaron penalidades, racionamiento, día de plato único, falta de suministros que les obligaba por ejemplo a no poder comprar un abrigo y tener que darle la vuelta para que la parte interior pasase a ser exterior y pareciese más nueva. No me hables de penalidades, que los que se quedaron aquí, por España, de sacrificios y penalidades sabían un rato largo.
Si quieres que te sea sincero, no me parece bien ese monumento y dudo que se levante. Lo lamento. Te puedo enseñar y dar pruebas de lo que dije, que los de la Lejía creían que el fin justificaba los medios y para ello no les importaba ir contra lo dispuesto en la Ley: bien sea portando armas de forma ilegal durante las elecciones de febrero de 1936 (hay periódicos de la época que recogen su detención), bien organizando reuniones paramilitares vestidos con camisas rojas en las inmediaciones de la Torre de Hércules(idem de idem), bien conspirando contra la república (hay documentos de la policía republicana en donde consta que al disolver la policía republicana la reunión, dijeron que era una reunión de amigos que estaban comiendo mejillones), bien abalanzándose contra la fuerza pública (varios periódicos lo publican), bien arrancando de forma violenta su escarapela de acción católica a una amiga de mi familia que me lo contó y estaba en su perfecto derecho de ser católica y hacer ostentación de tal cosa sin que nadie la violentase o coaccionase. Quiere a tu padre y a los tuyos, recuérdalos en el profundo amor que les tienes, pero no intentes defenderlos en su actuación pública porque existen pruebas sobradas de hechos que tal vez desconozcas y te podrían doler.
Está muy bien creer en unos ideales, y luchar por ellos siempre que sea de forma pacífica y dentro del marco de la ley, porque el fin nunca justifica los medios, máxime cuando estos medios son violentos o ilegales. Porque en La Coruña de la Segunda República, no eran precisamente los de derechas quienes quemaban iglesias, echaban a los religiosos y religiosas de sus conventos, ponían bombas, coaccionaban, conspiraban o participaban en fraudes electorales como el plebiscito estatutario de 1936, la toma de edificios oficiales como el gobierno civil en las elecciones de febrero del mismo año, etc. Saltarse la ley, además de ser un delito, supone un deshonor, por muy elevados y sacrificados que sean esos ideales. La violencia nunca esta justificada, y si los sublevados fueron violentos, antes lo habían sido aquellos contra quienes lucharon.
Con respecto a lo que yo hice por España, es lo de menos, pero no tengo ningún inconveniente en contestarlo: todo. Soy español, he vivido en España toda mi vida, siento un acendrado amor por ella, he estudiado, trabajado y dado todo por esta tierra, como lo sigo haciendo todos los días, una tierra que no es ni mejor ni peor que cualquier otra pero es mí España.
Y sí, es cierto que hubo falangistas fanáticos, pero no todos. Yo conocí a algunos que no se dedicaban a esos actos de sadismo, y tenían muy a gala haber retirado el saludo a quienes durante la guerra civil se habían dedicado a dar palizas, a torturar, o a matar sin que un consejo de guerra dictase una sentencia de muerte.