Un grito de dignidad en su memoria

Sumaba un número suficientes de factores como para ser estigmatizado, empujado a la fuerza hasta la habitación del horror social, donde la decoración de tópicos provoca daños irreversibles para aquel que ya no puede defenderse.

Por Juan De Sola | Pontevedra | 04/03/2010

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“Era colombiano. No superaba los 17 años. El principal supuesto delito a ojos de la sociedad: “estar tutelado por la Xunta de Galicia en un centro de menores”. Una de las tantas asperezas que presenta el difícil ejercicio de vivir. Pensándolo bien, si una mínima adversidad hubiese aparecido en nuestro pasado, también podríamos haber pisado el mismo centro o uno parecido.

La estructura familiar estaba sustentada en los mismos pilares que una fabela brasileña. Con la misma debilidad que los cimientos característicos de una de las escuelas de referencia en la arquitectura de supervivencia. A merced de cualquier inclemencia o avatar que pudiese avecinarse.

El futuro tenía normas estrictas de darle la espalda por respuesta, al mismo ritmo que su propia familia. Hasta el punto de acabar descalabrándose por el hueco de una escalera. La misma que intento subir una y otra vez por la vida sin demasiado éxito.

Una madrugada de fin de semana de carnaval convertida en una tragedia o “en alivio para algunos”.

Pueril y carente de madurez ha sido el comportamiento de los que entonaron la condena de una criatura con toda una vida por delante sin haber cometido otra falta que contar con una familia muy poco convencional.

Incluso una mezcla de ignorancia e insensibilidad social sirvió sobre la barra del espectáculo mediático la versión de una posible fuga del centro en el que estaba intentando remontar la altura necesaria en uno de los turbulentos vuelos que aterrizan en el aeropuerto del futuro...

Y en ello andaba hasta que su ‘indomable cabeza’ golpeaba en repetidas ocasiones contra unos duros escalones que hicieron añicos las ilusiones y esperanzas por seguir pisando el suelo de las oportunidades.

Curiosamente, en tan solo unas horas, la memoria colectiva sufre un episodio de alzheimer social: ¿Esto es norma o un accidente?

El comentario general sitúa a este joven colombiano y con antecedentes de pertenecer a un núcleo familiar mermado por el infortunio al borde del precipicio legal. Lo relevante por horas no era su desgraciada muerte, no... Lo que interesaba se centraba en desvelar si, por casualidad, había incumplido la normativa de convivencia en el centro de menores, dando rienda suelta a su impulso de salir sin el preceptivo permiso.

Vuelvo caer en el recurso de la fragilidad de la memoria colectiva. Pero, esta trastienda de la historia produce una amargura difícil de endulzar. Parece que nunca hemos vivido amagos de revelarnos o desafiar a las rigurosas normas marcadas en casa. Da la sensación que, a muchos, la madurez les nacía en el primer minuto de vida, poco antes de la primera toma de pecho.

Ser joven y desear descubrir algunos rincones reservados por la vida no está tipificado como una vulneración o violación de las normas de convivencia democráticas Este último término alberga, entre muchos hermosos conceptos, el valor de la tolerancia. Un aspecto básico para no resbalarse en el hondo charco de la injusticia.

Agonizó  cinco horas hasta desearnos suerte en nuestro recorrido vital. Seguramente, fue generoso deseando que fuese lo más largo posible. Una vecina lo encontró en las últimas horas concedidas.

Había salido a divertirse, a evadirse, a reencontrarse con el semblante más dulce de la vida. Lo intentó por unas horas, pero el destino fue tenaz y se paró el reloj en sala de un hospital.

Su cabeza no fue capaz de resistir los impactos y arrastró a su joven corazón. Mientras, un estéril debate sobre una supuesta fuga acaba diluyéndose en el desagüe del absurdo.

Ahora, sólo queda forzar las cuerdas vocales al máximo nivel para gritar “dignidad” como reparación a la memoria de un menor que no solo tuvo voluntad sino que lo intentó… 
 

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Juan De Sola Xornalista de Onda Cero Radio e corresponsal da axencia Efe Pdte Agareso - Reporteiros Galegos Solidarios 16 anos de exercicio como profesional da comunicación Recoñecementos: Mérito Social Pentenciario polo proxectos de comunicación para o desenvolvemento no centro penitenciario de A Lama Recoñecemento da asociación galega de radiodifusión pola reportaxe 'Mariñeiro no porto de Meloxo - O Grove' no afundimento do Prestige